martes, 16 de julio de 2013

El viento, la noche y tú

El viento, la noche y tú

Pasadas las diez de la noche, la luna llena se elevó
y mucha gente decidió salir, entre ellos yo; la marinada se llevó
las rachas cálidas y el bochorno del sol hirviendo,
yo, en mi oscura habitación por la ventana te estaba viendo.

Decidí animarme y te llamé, a medianoche salimos,
el viento bailaba con nuestros cuerpos móviles, a la calle fuimos.
Tocaba la campana con su sonido impresionante
la medianoche y tú me parecías cada vez más interesante.

Vimos los molestos mosquitos alzándose sobre la luz vanidosa,
en el monte vimos la villa preciosa iluminada por la Iglesia misericordiosa.
Entonces, tus miradas dulces iluminaban mis ojos castaños color café,
y yo dispuesto a decirte algo, enuncié: "Nunca me cansaré".

Hubo una química que no sería nada artificial,
la unión de tus bonitos rojos labios con los míos fue natural,
así me enamoré de ti, nos besamos hasta el amanecer
mi tacto y tu tacto en bandos diferentes fue como beber
de una fuente de agua de los manantiales el sabor
natural del liquido que chorrea con pudor.

Aquella fue la mejor noche que pasé en mi vida,
y aquel sueño que recordé fue ese, vestida
de una hermosa y buena y gran chica,
eres la celestial y griega diosa Afrodita
bajada del cielo por Dios grande
que me trajo al mundo y que no fue en balde.

Iñaki Bécquer






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